Una obra maestra puede dejar de serlo por una mala traducción.
Por suerte... al releer La Peste pero en inglés me encontré con esta extraordinaria versión de Stuart Gilbert.
Desconozco si Gilbert y Camus se conocieron... pero puedo imaginar que ellos eran lo mismo.
Creo Que La Peste es un acto de horror encarnado. Una pestilencia que no finaliza con las ratas, ni con la ponzoña de las fiebres y forúnculos, ni con la agonía maledicienta e infame.
Lo peor, si acbe decirlo, es que el libro es hermoso dentro de su crueldad.
Reflexión, apotegmas y metralla de palabras, texturas y superficies rugosas en una digresión permanente. Porque la usina que quema el agua se distrae sumergida en los collage magenta y cielo que condensan una locación multiforme y atrevida, que se permite divagar y dar lo que expulsa sin control, sin filtros, sin remordimientos.
Se supone que...
Se supone que no debería atreverme a esta aventura: un blog donde las palabras navegan en un guiso de ambigüedades. Un guiso en el que las ausencias soberbias y la arrogancia supina de una lexicografía tonta y cursi aflorarán en cada oración, en cada recodo de mi pobre y previsible expresión metafórica.
Pero siento la necesidad de otro canal donde mis sentidos se bifurquen, atornillen o maceren. Un canal donde las entrañas puedan mostrarse sin piedad, sin convencionalismos avaros de obsecuencias o calcomanías culturales que no me motivan y vanamente tratan de encorsetarme.
Bienvenidos a este vuelo rasante donde los planetas chocarán y la mutación de los sentidos estará en la mira de los Dioses y Diosas.
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