Se supone que...

Se supone que no debería atreverme a esta aventura: un blog donde las palabras navegan en un guiso de ambigüedades. Un guiso en el que las ausencias soberbias y la arrogancia supina de una lexicografía tonta y cursi aflorarán en cada oración, en cada recodo de mi pobre y previsible expresión metafórica.
Pero siento la necesidad de otro canal donde mis sentidos se bifurquen, atornillen o maceren. Un canal donde las entrañas puedan mostrarse sin piedad, sin convencionalismos avaros de obsecuencias o calcomanías culturales que no me motivan y vanamente tratan de encorsetarme.

Bienvenidos a este vuelo rasante donde los planetas chocarán y la mutación de los sentidos estará en la mira de los Dioses y Diosas.

Ecos

Siento ecos. Son ecos de escritos que me han referido, de situaciones ya vividas, de contemplaciones durante una provocación constante a la dura y nívea hoja en blanco.

Siento ecos. Que palpitan incertidumbres mientras la pluma se desliza suave y segura por entre nuestro océano enmarañado y furibundo de una conciencia que le cuesta hacerse letra escrita y frase hecha.

Los ecos se multiplican. Son amores inesperados, bellos, apasionados, que aunque llegados tardíamente se disfrutan, gozan y entronan en palabras, prosas y mensajes que vienen y van; tan lejos y tan cerca....

Esos ecos están, los vivo, los escribo. Son la reverberación de los seres que viven en esa energía dispersa que se junta y golpea el alma y corazón en llamas, para reavivar el fuego...

Los ecos son vida. No se puede vivir sin ellos. Tu escribes, y en la ejecución solitaria imaginas al posible lector: tu eco. Y ese eco, que es persona igual que tú te imagina a su vez. Te ama, te idealiza, te construye y deconstruye al infinito...

Los ecos corren, exhalan pasiones hermosas y son portadores de ensoñaciones que algunas veces son reales. Esos ecos bellos terminan en la punta de un plumín para confirmar el acto glorioso de la escritura, que es lo que nos une aquí.
  

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