Se supone que...

Se supone que no debería atreverme a esta aventura: un blog donde las palabras navegan en un guiso de ambigüedades. Un guiso en el que las ausencias soberbias y la arrogancia supina de una lexicografía tonta y cursi aflorarán en cada oración, en cada recodo de mi pobre y previsible expresión metafórica.
Pero siento la necesidad de otro canal donde mis sentidos se bifurquen, atornillen o maceren. Un canal donde las entrañas puedan mostrarse sin piedad, sin convencionalismos avaros de obsecuencias o calcomanías culturales que no me motivan y vanamente tratan de encorsetarme.

Bienvenidos a este vuelo rasante donde los planetas chocarán y la mutación de los sentidos estará en la mira de los Dioses y Diosas.

El susurro de la pluma

¿ Lo escuchan ustedes también a ese nítido, apocado y sutil susurro de la pluma ? A mí me sumerge en un éxtasis, literalmente: me encanta escuchar ese débil y casi imperceptible quejido de la pluma mientras se desliza con gracia pero con firmeza por el papel. Ese contornear alegórico, ese rítmico latido que reverbera cuan estrella fugaz por los cielos de este Olimpo de tintas no se apaga cuando dejamos de usar nuestras lapiceras, claro que no. Esos mansos y tonificantes sonidos del corazón de nuestras plumas invade con unánime complacencia nuestras almas sibaritas, a la espera que esa gracia rimbombante de los grafos se apodere impiadosamente de todos nosotros...
Mi hermosa Inoxcron Riviera - mi preferida en este momento - tiene un susurro muy acompasado, casi melódico, mientras vagabundean aquí y allá dibujando letras. Su agarre magistral la convierte en enviciada portadora de elogios y cumplidos que no merece; pues su arte no es mayor a lo que produce con indescifrable desparpajo. Suelo usarla de noche, cuando programo mi rutina de trabajo, y su baile majestuoso desperdigando hilos de fabulosa tinta celeste claro - color feo si los hay - me parecen irreales, casi de fantasía. Algunas veces pienso que ella tiene vida, que me cuida y mima, en ese largo y difícil transcurrir que ha tenido mi vida, y su vida junto a la mía. Tengo una Parker que es menos puntillosa, más serena. Ella no susurra, es gritona. Siento como que se hunde en las microscópicas fibras del papel y lo hacen estallar en frondosos, pulidos y mínimos pedazos de senderos largos, definidos y elegantes en cada surco, en cada trazo. Esa Parker veterana e inexperta me hace reír, porque ella impone su recta cacofonía ( la misma que me gusta imitar cuando me acuerdo de ella ) y la obliga a vitorear su impronta en lineas muy nítidas y firmes; muy concretas y bellas...


Esos murmullos tan formidables, esos cantares de tintas que impregnan nuestra vida con historias y sonrisas; esos magníficos susurros sin mérito pero con estirpe de valiente hidalguía que persevera en la mente de todos los locos por las deliciosas lapiceras deberían recibir el premio al mérito de la hermosura por una pasión... francamente demoledora, infernal y divina.

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