que la luz apaga el códice de referencia
la noche se acerca y lamenta no tener dónde apoyar la cabeza
la tristeza indefensa se yergue mustia y desabrida
por la naturaleza aquiescente y poco diáfana
de la corteza que se sale y sangra.
Que dolor.
Sentir que todo se va
las hojas y el otoño,
el último beso antes del adiós eterno y rumboso
las tardías palabras que ya no significan mas que un final desprogramado
una secuencia lenta y reveladora en la que la falta de signos desorienta
como las nubes tapando estrellas para los marinos primitivos de mares que ya no son vírgenes.
Que angustia.
Sentir que todo se va
se termina, se hunde
se exhala, se derrite, se invade y vacía.
Se autocita, se autorreferencia, se derrumba
se autocritica porque ya no queda nada mas que la unción de los prójimos que son extraños
un grupo de desterrados que no se miran pero observan periféricamente la adulteración de las almas.
Pobres almas. Pobre valor.
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