Escribir con pluma y en letra cursiva es vasodilatador, le hace bien al alma y al espíritu.
Hace que una persona se recoja en sí misma.
Hace que la gente piense en su interior. Se concentre. Piense y se relaje.
La pluma, la mano que se desliza, el ruido del papel en su fricción con la plumilla: son música de Mozart, de Chopín, de Bach para las entrañas humanas.
Escribir y escribir... y sumergirse en la escritura mientras la pluma se desliza.
Y la tinta tatúa su bella impronta frente a nuestros ojos al tiempo que el éxtasis de dibujar palabras y signos mágicamente destellan en la pupila, esa pupila que acaba de redescubrir el asombro.
¿ Cuántos de nosotros escribimos, por el solo placer de escribir ( aunque sea para nosotros mismos ), frente a una hoja en blanco, la frente despejada, los brazos relajados, la mirada serena... ?
Ojalá que muchos...
Reflexión, apotegmas y metralla de palabras, texturas y superficies rugosas en una digresión permanente. Porque la usina que quema el agua se distrae sumergida en los collage magenta y cielo que condensan una locación multiforme y atrevida, que se permite divagar y dar lo que expulsa sin control, sin filtros, sin remordimientos.
Se supone que...
Se supone que no debería atreverme a esta aventura: un blog donde las palabras navegan en un guiso de ambigüedades. Un guiso en el que las ausencias soberbias y la arrogancia supina de una lexicografía tonta y cursi aflorarán en cada oración, en cada recodo de mi pobre y previsible expresión metafórica.
Pero siento la necesidad de otro canal donde mis sentidos se bifurquen, atornillen o maceren. Un canal donde las entrañas puedan mostrarse sin piedad, sin convencionalismos avaros de obsecuencias o calcomanías culturales que no me motivan y vanamente tratan de encorsetarme.
Bienvenidos a este vuelo rasante donde los planetas chocarán y la mutación de los sentidos estará en la mira de los Dioses y Diosas.
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