De pronto sentí que volaba,
que me hundía,
me arrastraba.
Hasta tus ojos,
tu cielo e infierno solitario.
Hasta la yerma nube de sollozos
Hasta la absolución o condena eterna.
De pronto sentí que buceaba
que me clavabas el arpón de la vida
y renacía,
y me moría.
Hasta que cociné mis heridas con alegría
las zurcí y enmendé
y acá me tienes,
vulnerable pero entera
a tus pies
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