Veo un álgido resplandor magnificente
en la gracia heróica de tu sonrisa
y no puedo contener la ilusión concreta
que revela mi dulzura por tu tierna piel.
Muerdo la sabia del árbol de la vida
para sentirte en mi abismo de redención perenne
y ni un grano de belleza perdura en tu sombra
porque tú misma estallas en tiránico sortilegio.
Escucho tus palabras diáfanas y musicales
cursar la inmensa sintonía de besos huracanados
e invado con mi voz tu cuerpo suave y moreno
para gozar de tu mundo, vasto y mineral.
Ruje ni corazón ante tu esfinge perfecta
se arremolina mi salvaje poesía con tu veracidad
y se acoplan en un pañuelo de caricias absolutas
nuestras gloriosas almas con eterno resplandor.
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